Cuando Louis Tomlinson escuchó la sentencia del jurado, la tierra se abrió y el mundo se desmoronó ante sus ojos cansados y vidriosos. Condenado a cinco años de prisión por una negligencia médica que no cometió, sería trasladado hasta una penitenciaría de máxima seguridad. Tenía sus días contados, lo sabía. Sería una presa fácil para aquellos carroñeros dispuestos a desgarrar su cuerpo y quebrantar su espíritu. Un eslabón débil, de aquellos que caían con facilidad y eran pisoteados al no…