A vosotros acudo, ¡oh, genios admirables e incomprensibles!; con fe ciega y corazón humilde me entrego a merced vuestra, esperando que, así como dirigís nuestros pasos y acciones desde el momento que aparecemos en este planeta hasta aquel en que, terminada nuestra misión, recogéis nuestro espíritu para acompañarle por los mundos siderales al lugar que el Supremo Creador nos tiene reservado en sus inescrutables designios, de igual modo me prestéis vuestra ayuda trasmitiendo fielmente las…